Si bien las menciones a este ser legendario no son demasiado frecuentes en nuestro país (quizás por tratarse de un personaje de origen aymara, una etnia minoritaria en nuestro norte), es citado con bastante asiduidad en los trabajos de algunos autores sudamericanos, como Julián C. Freyre Vallejos y Mario Pereyra Vilas, aunque no siempre especifican las fuentes puntuales en que recogieron sus datos.
Por otra parte, y curiosamente, las menciones de autores argentinos se refieren a apariciones localizadas en regiones más cercanas a La Rioja y Catamarca que la zona puneña limítrofe entre Jujuy y Bolivia, lugar principal de asentamiento de las comunidades aymaras en nuestro país.
Según la leyenda, se trata de una mujer de tez aceitunada, joven y en la plenitud de su feminidad, de ojos renegridos y largos cabellos lacios del mismo color, que se caen por debajo de la cintura. Aparece siempre desnuda, y sus características físicas más destacables son sus manos, blancas como la nieve, y sus pechos péyico del que proviene su nombre indio.
En la mayoría de las versiones se comporta como una aparición benévola, ya que suele acariciar y jugar con las niñas pequeñas que sus madres dejan a la sombra de los algarrobos cuando salen a recoger higos de tuna, e incluso suele darles de mamar cuando tienen hambre. Sin embargo, si el hombre de la familia ha matado alguna vicuña sin necesidad, o hachado algún árbol, le robará al hijo y ya no tendrá manera de recuperarlo. También se ocupa de mantener encendido los fuegos que los pastores dejan prendidos en sus campamentos, para encontrarlos cuando regresan con sus majadas.
Sin embargo, no todos los casos la aparición de la Zapam-zacún resulta tan beneficiosa, ya que Berta Vidal de Batín menciona un testimoniorecogido en 1950 de un informante de la región de Vichigasta, en las cercanías de las Sierras de Sañogasta, según el cual:
“…la capasucana (o capansucana, otro nombre del personaje, o una variante regional) es una mujer gigantesca y horriblemente fea, de pechos enormes y colgantes, que sorprenden a los recolectores de patay durante los descansos que hacen bajo los árboles, anunciando su presencia con gritos que responden a la onomatopeya de su nombre local, y atrapando entre sus senos –donde aparentemente caben varios- a todos los que no son suficientemente rápidos para escapar, se los lleva con rumbo desconocido, sin que nadie más los vuelva a ver…”
Región Noroeste o Puna de Atacama.
Fuente: Cuentos y leyendas argentinos. Selección y prólogo de Roberto Rosaspini Reynolds.
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